jueves, 30 de agosto de 2012

Iván y el tiempo

Iván tiene un triciclo amarillo y rojo. Cuando acciona sus pedales, las grandes paletas que mezclan a las horas con las personas se detienen, y entonces empieza a notarse que aquella es una mezcla heterogénea. Cuando Iván anda en su triciclo, los recuerdos más bonitos y más terribles de las personas suceden de nuevo, desatendiendo aquellas restricciones temporales que los ataban al pasado. 
Las plazas de Montevideo se llenan de primeros y últimos besos y de niños con las rodillas raspadas.
Las costas uruguayas son atravesadas por una ola de calor estival, y en sus playas abundan las chicas que muestras sus nobles senos al sol, y los adolescentes que le dan unas caladas tímidas a su primer cigarrillo de marihuana.
Y como nuestra idiosincrasia así lo dispone, y no puede ser de otro modo, los aeropuertos, terminales y estaciones se colman de abrazos, lloros, despedidas y suspiros.
No obstante, desde el Estadio Centenario, hasta la canchita más pequeña y carcomida por la vegetación, todas, todas estallan en vivas, vítores, aplausos, gritos ininteligibles y sonidos guturales. Los arcos no dan abasto para contener todos los goles que contra ellos son perpetrados y que inflan sus redes. Los laterales de las canchas  se llenan de jugadores que festejan sus victorias con los bailes más absurdos.
Y el Shopping, el glamoroso y charming, Shopping de Punta Carretas... Bueno, todos sabemos de qué se llena.
Hay lugares en los que es de tarde siempre, por ejemplo en la Rambla, donde todos se orientan hacia el mar, a ver cómo el cielo se enrojece y refleja su color en el Río de la Plata, mientras, muchos jóvenes agitan eternamente escuchando a La Tabaré en un toque del Kibón. Pero veces está amaneciendo, y se ve la sombra sutil de alguna pareja escondida, haciendo el amor al resguardo de la noche que comienza a dejarlos solos, y ellos tan compenetrados en dicha tarea no se han dado cuenta de que están muy expuestos al ojo censurador de la vecina vieja y pacata de Pocitos (cuyo recuerdo más valioso es estar paseando a su perro Pomerania por la rambla).
Cuando Iván mueve sus piernas rápidamente en el triciclo, el sol, la luna y las estrellas conviven en una armonía inquebrantable y el invierno deja de atormentar a los que odian el frío.
Las que sí se confunden un poco son las golondrinas, que andan dando vueltas siempre sobre las cabezas de los enamorados.
Por eso, Iván, te agradezco las memorias que me traés. Yo te pido que sigas, que no pares, que sigas adelante con tu magia cronológica, desatando para mí los cabos del tiempo.