lunes, 14 de julio de 2014

De mientras


Mientras las cápsulas de día se metan a prepo por la ventana,
mientras todavía pueda cambiarme el color de pelo,
poner la música al mango cuando me levanto.

Mientras las ganas de vomitar toda esta soledad inminente,
y mientras los sueños me atormenten
y la comida me caiga mal.

Mientras  me trague la miseria en el trabajo,
mientras tenga auriculares que apaguen el sonido  de mis pensamientos
y me duerma arrollada de dolor
y me coma las uñas
y vuelva a fumar.

Mientras la humedad montevideana me llene de asco y los pelos de los perros se me queden en la ropa y no tenga ganas de bañarme o de salir siquiera y los días sean todos iguales, una interminable condena a seguir y seguir, sólo para ver lo que hay del otro lado, cruzando la barrera del amanecer, detrás de la que no hay absolutamente nada, y es, sin embargo, una victoria haber llegado.

Llegar a casa y preparar un café.
Colón.
Siempre ladra un perro.
Siempre hace frío.

El sonido de la cucharita contra la loza.

"Crazy Jane" Gina Litherland

viernes, 14 de marzo de 2014

Úrsula

Paloma negra y fría.
Sumergida en la oscuridad de mis ropas y en mi espíritu lánguido y turbio.

Te metiste en mis sueños, como una mariposa nocturna y crepitante,
mordiéndome un poco y apretándote en mis manos.

Con tu existencia temblorosa pendiendo de mis dedos incrédulos,
atravesaste la umbra y la penumbra hasta tocarme con tu piel helada y membranosa,
buscando un cuerpo amigo y tibio que te proteja del día y sus terribles fieras,
buscando un consuelo para tus heridas tristes.

Yo te abracé.
Nos abrazamos y me entendiste.

Y me diste miedo e impotencia, culpa, inseguridad, desasosiego
y terneza y magia y asombro y confianza.

La noche se volvió madre dulce y clara,
y mis toscas manos se acomodaron a tus frágiles proporciones,
mis ojos vieron por vos y en los pliegues de tus alas te guardaste cosas mías que no tienen nombre.

Y así es que me dejás sola y colgada de las paredes,
con los ojos bien abiertos y el gesto desolado del abandono,
y las ganas de explicarte un montón de cosas que no podés entender,
y que las voy a gritar al viento porque no tengo cómo contártelas.


Ida Rentoul

 





martes, 25 de febrero de 2014

Hombre furtivo

Abrime.
Abrí una carcaza de pollo, desgarra, subvierte.
Ahorcame, apretame, empujame.

No importa si me lastimás, cicatrizo bien.

Destripame, rajame, apuñalame,
con la uñas, con los dientes y los brazos y la carne y la saliva corrosiva.

Mudate a mis piernas.

Agarrame del pelo, meteme los dedos en la boca,
sacame los gruñidos que tengo incrustados en el pecho .

Que te tengo tatuado en las mucosas y en las marcas rojas de mis muslos,
que gotean, temibles y turbulentos, ansiosos.

Quiero ir por la calle y que los transeúntes te vean pegado a mi ropa,
rasgando mis calzas, que revienten en la cara de alguien y le saquen los ojos.

Quiero que explotes y me bendigas,
que me cocines el útero a base de insultos,
que me claves las garras y te comas mis despojos palpitantes.

Quiero atragantarme y que me quiebres el cráneo por dentro.

Y principalmente, quiero que no te vayas tan temprano.


lunes, 27 de enero de 2014

Fiebre uterina.

Quiero escribir un poema re asesino,
tirarle unos versos mortuorios a la noche.

Unos versos malditos que te arranquen la indiferencia como la tanguita a una quinceañera,
que te desgarren la paz de las entrañas como una brutal violación.

Quiero que tires todo a la mierda y vengas a buscarme,
a empalarme frenéticamente contra los muros mohosos de cualquier callejón

Necesito que te vuelvas loco.
Que te escondas en la oscuridad a tocarte y morderte las uñas,
y los misterios de la penumbra se traguen las evidencias, y el semen.

Que te agarre el amanecer con el celular en la mano temblorosa, con la garganta apretada,
y que los ácidos estomacales te coman las tripas de desesperación,
que no tengas hambre, ni sueño, ni frío, ni ganas de nada.

Que te caigas dormido, fulminado de miedo y angustia
y que en los propios sueños, aprietes los puños y los dientes.

Que andes todo el día de ceño fruncido y ojos desorbitados, espectante,
que no puedas escuchar ninguna canción, leer ningún poema o caminar por una plaza sin acordarte de mí.

Quiero que todo lo que te parecía importante pierda la gracia y el sentido,
que no te interese salir de tu casa, ni afeitarte, bañarte siquiera.

Que te olvides de todo, menos de mis piernas.

Valery Rybakov

martes, 7 de enero de 2014

Pesadillas de verano.

¿Cómo entrar en los turbios y absurdos detalles
del deseo propio y ajeno?

Si sirviera de algo el recuerdo, 
eterno suplicio del alma atormentada,
sumida en su propio delirio de noches caminantes.

Con los sueños de fantasmas que vuelven,
me miran indiferentes, rehacen sus vidas.

No puedo dormir sin apretar los dientes,
como si apretaran entre sí la inhóspita certeza de la soledad,
mientras una puerta se cierra de golpe en algún rincón de la casa.

Aparecen los pájaros,
los pájaros oscuros y brillantes,
volando al ras, lanzando sus agudos augurios
de whisky barato y cosas que se pierden.

[Anoche soñé que se me perdían los lentes.

Cada día veo peor.

Hoy no fumé ni un cigarro.

Tengo un amigo internado en el Pasteur.

Mi viejo me regaló un peluche.

Verónica me regaló esta libreta.

Hace cuatro días que espero tu llamada.]


Tengo el pecho inquieto y los pechos turgentes,
y urgentes.

Me entierro las palmas en los ojos,
y veo colores como los de las plazas montevideanas, 
y me trago la sal que baja como un flagelo
por mi garganta atolondrada,
se posa en mis labios que tiemblan, se aprietan, se fruncen, 
se hunden entre mis dientes que los muerden.


[Es la quinta vez que escucho una canción que no me gusta.]


All in a dream. (Stella Im Hultberg)