domingo, 19 de junio de 2016

Rayos de luna y humo

Ansioso como el agua subterránea, te incorporas
dejando atrás perfumada corteza de árbol viejo de bosque y musgo.

Me interpela en la noche un frío de lata,
y, dándole la vuelta a las sombras que te persiguen desde la pared,
                            tu ojo.

Tu ojo pequeño y turbio se revela,
como una incógnita de insomnio,
me apuñala varias veces el alma,
y yo, paloma tonta y desprevenida,
vomito mi sangre cósmica,
que se me escurre entre los dedos
en un estropicio tríptico de carne y tierra y uñas.

Hombre en la magia primigenia
de comerse la piel turgente de la masa solar,
en un solo movimiento de sus labios
formados de planta carnosa y agua de sudor de palo santo.

Hombre hecho de trenzas de raíces
de río de montaña de planeta
al borde del universo observable.

Cristalizado bajo el efecto sombrío
de un planetita frío, alumbrado por una sola luna llena.

Te cobijo, viajero estelar,
con el sabor de mi sangre derramada,
y te alimento con el cuerpo tibio de mis pechos
abiertos en carne viva y palpitante
para que llenes tus manos prístinas de cuerpo terrestre
y te abrigues al fin del hielo galáctico que traías pegado a las crines.


Several Circles. 
(Vasily Kandinsky, 1926)