tirarle unos versos mortuorios a la noche.
Unos versos malditos que te arranquen la indiferencia como la tanguita a una quinceañera,
que te desgarren la paz de las entrañas como una brutal violación.
Quiero que tires todo a la mierda y vengas a buscarme,
a empalarme frenéticamente contra los muros mohosos de cualquier callejón
Necesito que te vuelvas loco.
Que te escondas en la oscuridad a tocarte y morderte las uñas,
y los misterios de la penumbra se traguen las evidencias, y el semen.
Que te agarre el amanecer con el celular en la mano temblorosa, con la garganta apretada,
y que los ácidos estomacales te coman las tripas de desesperación,
que no tengas hambre, ni sueño, ni frío, ni ganas de nada.
Que te caigas dormido, fulminado de miedo y angustia
y que en los propios sueños, aprietes los puños y los dientes.
Que andes todo el día de ceño fruncido y ojos desorbitados, espectante,
que no puedas escuchar ninguna canción, leer ningún poema o caminar por una plaza sin acordarte de mí.
Quiero que todo lo que te parecía importante pierda la gracia y el sentido,
que no te interese salir de tu casa, ni afeitarte, bañarte siquiera.
Que te olvides de todo, menos de mis piernas.
Valery Rybakov