viernes, 30 de noviembre de 2012

Esto no es un poema.


Estoy enferma de tu ausencia.
De todas, en realidad, pero de la tuya más.
Hace meses que no escribo un poema y ahora todo me parece absurdo,
la poesía y mi patetismo, nunca tengo paraguas y siempre que llueve llego mojada a todos lados.

Yo me di cuenta de algo: Cada vez que lloro por un tipo, estoy llorando por vos,
cada estúpido que me abandona, se olvida o se ríe de mí, en realidad es tu crudo recuerdo el que se jacta de mi soledad.

Ya sé que no tenés ni idea de esto, pero cada vez me parezco más a vos,
como si imitar las cosas que vos hacías, de algún modo me acercara a tenerte,
Y ¿sabés qué? Tenías razón, el vino es un refugio seguro y barato.
Me arrastro vomitando en todos los lugares en que estuvimos juntos,
como una muestra borroneada de mi amor.

Algún día voy a tener que olvidarme de vos, y todas esas cosas sin sentido que hacen las personas,
eliminarte de Facebook, borrar tu teléfono de mi celular, tener otro compañero que sí quiera tener hijos conmigo.

Pero por ahora no, aun disfruto de este dolor, como si fuera una forma de otorgarle algún significado a mi vida.


Sad woman in a dark room (Marcos Darko)

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Un mensaje de texto para Hoski.

La poesía del día después.
El dolor anquilosado en la palabra fortuita.
El ómnibus eterno hasta el Complejo América,
con residuos vaporosos del aliento de los desconocidos...

Un riff se entretiene en mis oidos,
con su música de hombre post-punk, melódico,
indie-rock, alternativo. Otros.

El grito ahogado de la mañana siguiente,
cuando todas las cosas se vuelven nítidas.
Y la nostalgia por la bonanza de la noche,
la levedad confusa de las horas soñolientas de la madrugada.

La tranquilidad clandestina de lo oculto entre las sombras
y los dos minutos que me lleva envenenarme la sangre para siempre.

Envenenarte el estómago y no acordarme de nada, llenarte,
acabarte en la cara con todas las resacas de la historia,
joderte la vida en menos de media hora y huir despavorida.

Luego el día aparece con fragmentos de memoria y con vergüenzas,
con mi cara in fraganti de mujer mala, ojerosa y arrepentida sin remedio,
cigarrillos a medio fumar y un café puro y sin azúcar.

Como una caravana del infierno, aparecen las evidencias hora tras hora,
y de tu barba horrorizada ni noticias.
El cinismo adolorido de tus  posteos cibernéticos...

Te quiero, así también te quiero,
así, enfermo de rabia, con sonrisa esperpéntica y tos convulsa.

También te quiero en el odio perverso del desengaño. En tu odio.
Y me atrevo: Nunca te he querido tanto.

Maquiavélica-flaca-parca-terrible, triste, puta sollozante y tímida.
¿Ahora soy tímida?

Vos no me respondés los mensajes.

"El abrazo" Ricardo Carpani.

En diferido.

Volver a llamarte.
Caminar entre los abultados montones de gente.
Semáforos, bares, baldosas, faroles.

Volver a volver a tu voz,
como si no hubiera pasado ni un día.
Que los ecos telefónicos resuenen en los muros,
en los campanarios, en la puerta de la Ciudadela,
y en la cara de Dante, y el Cervantes de dos manos.

Que se queden mudas las gaviotas del puerto,
que se ericen las pieles de los parlamentarios.
Que todas las fuentes tiemblen sobre la tierra,
estremecida con la borratinta de tu voz.

Que todas las cosas se retuerzan,
los árboles con raíces-brazos-tristes.enterrados,
los candados abiertos,
semillas de plantas de arbustos de puertas
de casas de niños del sol.

Portones rotos con arañas tejidas a sus verjas,
hierro muerto con palabras colgadas tintineando en el aire,
sacudiéndose al ritmo del calor de tus labios tras el teléfono.

Mientras, mi pequeña mano sostiene el mundo con fuerza.

"Cellular phone" Karin Jurick. 

jueves, 30 de agosto de 2012

Iván y el tiempo

Iván tiene un triciclo amarillo y rojo. Cuando acciona sus pedales, las grandes paletas que mezclan a las horas con las personas se detienen, y entonces empieza a notarse que aquella es una mezcla heterogénea. Cuando Iván anda en su triciclo, los recuerdos más bonitos y más terribles de las personas suceden de nuevo, desatendiendo aquellas restricciones temporales que los ataban al pasado. 
Las plazas de Montevideo se llenan de primeros y últimos besos y de niños con las rodillas raspadas.
Las costas uruguayas son atravesadas por una ola de calor estival, y en sus playas abundan las chicas que muestras sus nobles senos al sol, y los adolescentes que le dan unas caladas tímidas a su primer cigarrillo de marihuana.
Y como nuestra idiosincrasia así lo dispone, y no puede ser de otro modo, los aeropuertos, terminales y estaciones se colman de abrazos, lloros, despedidas y suspiros.
No obstante, desde el Estadio Centenario, hasta la canchita más pequeña y carcomida por la vegetación, todas, todas estallan en vivas, vítores, aplausos, gritos ininteligibles y sonidos guturales. Los arcos no dan abasto para contener todos los goles que contra ellos son perpetrados y que inflan sus redes. Los laterales de las canchas  se llenan de jugadores que festejan sus victorias con los bailes más absurdos.
Y el Shopping, el glamoroso y charming, Shopping de Punta Carretas... Bueno, todos sabemos de qué se llena.
Hay lugares en los que es de tarde siempre, por ejemplo en la Rambla, donde todos se orientan hacia el mar, a ver cómo el cielo se enrojece y refleja su color en el Río de la Plata, mientras, muchos jóvenes agitan eternamente escuchando a La Tabaré en un toque del Kibón. Pero veces está amaneciendo, y se ve la sombra sutil de alguna pareja escondida, haciendo el amor al resguardo de la noche que comienza a dejarlos solos, y ellos tan compenetrados en dicha tarea no se han dado cuenta de que están muy expuestos al ojo censurador de la vecina vieja y pacata de Pocitos (cuyo recuerdo más valioso es estar paseando a su perro Pomerania por la rambla).
Cuando Iván mueve sus piernas rápidamente en el triciclo, el sol, la luna y las estrellas conviven en una armonía inquebrantable y el invierno deja de atormentar a los que odian el frío.
Las que sí se confunden un poco son las golondrinas, que andan dando vueltas siempre sobre las cabezas de los enamorados.
Por eso, Iván, te agradezco las memorias que me traés. Yo te pido que sigas, que no pares, que sigas adelante con tu magia cronológica, desatando para mí los cabos del tiempo.


viernes, 13 de julio de 2012

Hielo danzante...

...Que resbala en la superficie
engañosa y roja y caliente.
Frío, helado, atrevido.
Lúdico y animoso.
Disolviéndose eternamente,
Cápsula de agua lúbrica,
llena de lenguas tibias
que, voraces, la destruyen
y desaparecen.
Gota de labio que se pone
violeta y purpúreo,
que va y que viene,
desdibujando las fronteras muertas
del espacio entre tu boca y la mía.



















El beso. Theodore Gericault.

Los ojos verdes de Manuel.


-¿Señor, no me dice la hora?
Creo que me quedé dormida esperando-

Un día me encontré cuidando de dar pasos en falso y besos,
y ya no quise observar anhelante detrás del vidrio.

Desde la mañana a la noche latiendo desamparada,
comienza a notarse la continua incisión.

Quisiera asegurarme de que allí afuera no hay nadie,
de que nadie espía por la ventana,
de que nada terrible me espera detrás de cada puerta,
con los dedos turbios tanteo las paredes en la oscuridad.

Parece que todas las luces se hubieran fugado,
dejándome a ciegas, la gata parda y asustada,
nada, ni un resoplido luminoso,
parece que me han abandonado las alas y las hadas,
y los tumultos de noctilucas y luciérnagas,
y la luna llena y el faro.

Camino muy despacio y el miedo terrible
comiendo mis entrañas como un cáncer homicida y fulminante.

Y sola me quedo en la solitud solitaria,
ya no, los relámpagos de su rostro, cortantes y certeros,
y yo pequeña y acurrucada,
tocada por dentro con un ardor indecible,
con una furia y un amor y un dolor y un grito.

Y yo absoluta y llanamente yo,
descubriéndome por vez millón.
Inflamada y aburrida y estancada
y un poco más muerta.




















Ojos. Vladimir Kush.

Poema que no sabe.


No encuentro el nombre que describa el tuyo,
si el silencio más largo puede definirte
y la palabra añorada se vuelve extensa y cáustica,
escandalosa boca reincidente,
Tu voz largamente demorada, ansiosa de argumentos.
Tu voz llena de lugares, de apellidos y de anécdotas.
Tu cara filosófica y tus manos metafísicas.

Aun me quedan las ganas de escribirte,
de escribirle a los pequeños minutos que te has retrasado hoy.

Todavía en un domingo gélido y cómodo de Agosto,
me acuerdo del balcón y de la certeza de que no podía ser así.

Recuerdo pensar en que algo y en que nada,
en una tarde de posible costumbre,
y en la real imposiblidad.

Imaginarte tendido sobre la inmensidad de mis piernas,
soñándome a mí.
Sabiéndote ajeno a mis pensamientos,
siempre tan lejano y triste.

Y nunca entendí si querías o no,
ninguno de tus sentimientos equivocados,
si tu pecho se quebraba y las piernas te latían
Parecías formar parte de un mundo extraño,
que florecía entre espinas de algodón,
parecías una cama de hospital blanca, traslúcida y destendida,
un embrión de recuerdo,
te parecías al fuego impotente del encendedor gastado,
a la incertidumbre de la espera nocturna de algún colectivo.

Pero yo me parezco al zumbido enardecido de una colmena abatida,
al sacudón de tierra de un trueno sin anuncio,
al estertor temprano de un niño.
Me parezco al ruido inesperado en el piso inferior de la casa.

Ninguna mañana nos pudo convertir en puerta y calle de pájaros,
ninguna mentira nos llevó a un atardecer repetido y repentino,
y aun menos la verdad, supo disfrazarnos libro y tormenta.

Y la carne alternativa me parece cruda,
el ocaso, no elegido,
y la brasa, muriente.
Entonces tus besos que vuelven desde el olvido,
el tinte francés de tu sarcasmo,
tus métodos sin cálculo,
mi conducta sin destino.




















Les amants. René Magritte.

Sueños de ausencias.

La muerte es la única condición indispensable para la grandeza

Sueño con tu carne tierna
con tu piel olorosa y fresca.

Veo los muslos frágiles y trémulos
correr.

Y no es la tierra quien ha hecho presa de tí.

Encuentro rubio tu cuerpo a mi vera,
largas y caprichosas tus ondulaciones
se menean en tu contorno.

Tu cadera serena
la pena en la frente.

Y es tan larga tu tristeza
larga así, como una exhalación humeante.

Tus ojos parecen caerse hacia los costados
leve y melancólicamente inclinados.

El alma pálida transluce
casi puedo ver los virginales ruegos
entre tu cauta decencia.

Amar es inquieto, tu pausa te atrapa,
queda, sobre tí misma, severa.

El dolor y la muerte me los debes,
incrédula criatura.


Serpientes acuáticas IV. Gustav Klimt.

Tabaco y vino tinto.


Hay un grito escondido entre las semillas vacías del jardín,
entre las flores Non-natas de un cerezo enrojecido por los albores del invierno.

Hay una palabra muda vomitando en el patio. 
Hay un soplo nocturno revolcándose con las lenguas bífidas de mi sexo ingrato.

Y vos, vos y tu cara, vos y tu pelo, vos y tus dedos.
Vos y tus días tan remotamente lejanos de los mios.
Vos y el insólito aliento que te mantiene vivo .
Y tus pulmones que se empeñan cada día, y tu corazón que no quiere parar.

Vos y todos los autos y todos los ruidos,
y las plazas con palomas que quiero patear.
Y los ómnibus que me dejan esperando, como muerta, en la terminal.
Vos y los auriculares que no me funcionan, otra vez.
Y la lluvia que desborda las calles, el barro, y yo, que me puse los championes blancos.
Y el perro, ese perro marrón y sepia al que le pusimos tu nombre;
todo mojado y con olor a perro mojado y triste.
Y yo, que lo acaricio, con fuerza, lo acaricio,
y no me importa mi ropa, ni la gente, ni el ómnibus, ni nada.
Lo acaricio, y el siente calor y ya no huele a triste.

Y vos, vos ni te acordás del perro,
ni de mis championes, ni del camino a mi casa,
ni de jugar a saltar las piedras del campito o a grafittear las paredes de Colón.




Estación de trenes de Colón