viernes, 13 de julio de 2012

Los ojos verdes de Manuel.


-¿Señor, no me dice la hora?
Creo que me quedé dormida esperando-

Un día me encontré cuidando de dar pasos en falso y besos,
y ya no quise observar anhelante detrás del vidrio.

Desde la mañana a la noche latiendo desamparada,
comienza a notarse la continua incisión.

Quisiera asegurarme de que allí afuera no hay nadie,
de que nadie espía por la ventana,
de que nada terrible me espera detrás de cada puerta,
con los dedos turbios tanteo las paredes en la oscuridad.

Parece que todas las luces se hubieran fugado,
dejándome a ciegas, la gata parda y asustada,
nada, ni un resoplido luminoso,
parece que me han abandonado las alas y las hadas,
y los tumultos de noctilucas y luciérnagas,
y la luna llena y el faro.

Camino muy despacio y el miedo terrible
comiendo mis entrañas como un cáncer homicida y fulminante.

Y sola me quedo en la solitud solitaria,
ya no, los relámpagos de su rostro, cortantes y certeros,
y yo pequeña y acurrucada,
tocada por dentro con un ardor indecible,
con una furia y un amor y un dolor y un grito.

Y yo absoluta y llanamente yo,
descubriéndome por vez millón.
Inflamada y aburrida y estancada
y un poco más muerta.




















Ojos. Vladimir Kush.

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