-¿Señor, no me dice la hora?
Creo que me quedé dormida esperando-
Un día me encontré cuidando de dar
pasos en falso y besos,
y ya no quise observar anhelante detrás
del vidrio.
Desde la mañana a la noche latiendo
desamparada,
comienza a notarse la continua
incisión.
Quisiera asegurarme de que allí afuera
no hay nadie,
de que nadie espía por la ventana,
de que nada terrible me espera detrás
de cada puerta,
con los dedos turbios tanteo las
paredes en la oscuridad.
Parece que todas las luces se hubieran
fugado,
dejándome a ciegas, la gata parda y
asustada,
nada, ni un resoplido luminoso,
parece que me han abandonado las alas y
las hadas,
y los tumultos de noctilucas y
luciérnagas,
y la luna llena y el faro.
Camino muy despacio y el miedo terrible
comiendo mis entrañas como un cáncer
homicida y fulminante.
Y sola me quedo en la solitud
solitaria,
ya no, los relámpagos de su rostro,
cortantes y certeros,
y yo pequeña y acurrucada,
tocada por dentro con un ardor
indecible,
con una furia y un amor y un dolor y un
grito.
Y yo absoluta y llanamente yo,
descubriéndome por vez millón.
Inflamada y aburrida y estancada
y un poco más muerta.
Ojos. Vladimir Kush.
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