La muerte es la única condición
indispensable para la grandeza
Sueño con tu carne tierna
con tu piel olorosa y fresca.
Veo los muslos frágiles y trémulos
correr.
Y no es la tierra quien ha hecho presa
de tí.
Encuentro rubio tu cuerpo a mi vera,
largas y caprichosas tus ondulaciones
se menean en tu contorno.
Tu cadera serena
la pena en la frente.
Y es tan larga tu tristeza
larga así, como una exhalación
humeante.
Tus ojos parecen caerse hacia los
costados
leve y melancólicamente inclinados.
El alma pálida transluce
casi puedo ver los virginales ruegos
entre tu cauta decencia.
Amar es inquieto, tu pausa te atrapa,
queda, sobre tí misma, severa.
El dolor y la muerte me los debes,
incrédula criatura.
Serpientes acuáticas IV. Gustav Klimt.
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