viernes, 13 de julio de 2012

Poema que no sabe.


No encuentro el nombre que describa el tuyo,
si el silencio más largo puede definirte
y la palabra añorada se vuelve extensa y cáustica,
escandalosa boca reincidente,
Tu voz largamente demorada, ansiosa de argumentos.
Tu voz llena de lugares, de apellidos y de anécdotas.
Tu cara filosófica y tus manos metafísicas.

Aun me quedan las ganas de escribirte,
de escribirle a los pequeños minutos que te has retrasado hoy.

Todavía en un domingo gélido y cómodo de Agosto,
me acuerdo del balcón y de la certeza de que no podía ser así.

Recuerdo pensar en que algo y en que nada,
en una tarde de posible costumbre,
y en la real imposiblidad.

Imaginarte tendido sobre la inmensidad de mis piernas,
soñándome a mí.
Sabiéndote ajeno a mis pensamientos,
siempre tan lejano y triste.

Y nunca entendí si querías o no,
ninguno de tus sentimientos equivocados,
si tu pecho se quebraba y las piernas te latían
Parecías formar parte de un mundo extraño,
que florecía entre espinas de algodón,
parecías una cama de hospital blanca, traslúcida y destendida,
un embrión de recuerdo,
te parecías al fuego impotente del encendedor gastado,
a la incertidumbre de la espera nocturna de algún colectivo.

Pero yo me parezco al zumbido enardecido de una colmena abatida,
al sacudón de tierra de un trueno sin anuncio,
al estertor temprano de un niño.
Me parezco al ruido inesperado en el piso inferior de la casa.

Ninguna mañana nos pudo convertir en puerta y calle de pájaros,
ninguna mentira nos llevó a un atardecer repetido y repentino,
y aun menos la verdad, supo disfrazarnos libro y tormenta.

Y la carne alternativa me parece cruda,
el ocaso, no elegido,
y la brasa, muriente.
Entonces tus besos que vuelven desde el olvido,
el tinte francés de tu sarcasmo,
tus métodos sin cálculo,
mi conducta sin destino.




















Les amants. René Magritte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario