domingo, 19 de junio de 2016

Rayos de luna y humo

Ansioso como el agua subterránea, te incorporas
dejando atrás perfumada corteza de árbol viejo de bosque y musgo.

Me interpela en la noche un frío de lata,
y, dándole la vuelta a las sombras que te persiguen desde la pared,
                            tu ojo.

Tu ojo pequeño y turbio se revela,
como una incógnita de insomnio,
me apuñala varias veces el alma,
y yo, paloma tonta y desprevenida,
vomito mi sangre cósmica,
que se me escurre entre los dedos
en un estropicio tríptico de carne y tierra y uñas.

Hombre en la magia primigenia
de comerse la piel turgente de la masa solar,
en un solo movimiento de sus labios
formados de planta carnosa y agua de sudor de palo santo.

Hombre hecho de trenzas de raíces
de río de montaña de planeta
al borde del universo observable.

Cristalizado bajo el efecto sombrío
de un planetita frío, alumbrado por una sola luna llena.

Te cobijo, viajero estelar,
con el sabor de mi sangre derramada,
y te alimento con el cuerpo tibio de mis pechos
abiertos en carne viva y palpitante
para que llenes tus manos prístinas de cuerpo terrestre
y te abrigues al fin del hielo galáctico que traías pegado a las crines.


Several Circles. 
(Vasily Kandinsky, 1926)

lunes, 21 de marzo de 2016

Camilo

En una caja de madera que tu madre acariciaba, te volaste, polvoso y con forma de nube. Una cajita muy chiquitita que apenas si podía contener tu espíritu.

Te vengo a hablar por acá porque no sé a quién contarle lo que tengo para decirte.

Brindemos. Sí. Brindemos, amigo, por todas las que nos tomamos y las que te quedé debiendo, brindemos.

Por  los domingos lluviosos que nos encerramos a escribir juntos en un bar, por los poemas inéditos que quedaron guardados en un libro de Dalí que compramos en Tristán Narvaja. 
Tomemos un arena y portland en la Tortu, uno por cada persona de la que nos reímos, uno por cada comentario cínico que salió de  tu boca gordita y se coló por tus paletas separadas.

Brindemos por tus rulos bailando funk.

Juguemos a decir palabras raras toda la noche y después terminemos en lo de mi abuela sin saber qué pasa entre los dos.

Levantame esa copa, no seas perezoso, ¿te acordás? Nosotros brindamos al revés, primero tomamos y después chin-chin.

Por las fotos  que me sacaste drogada y de cara, caminando, en el Mume, por Sierra, en la EMAD. Por los amigos que conocimos juntos, por los tangos que te canté borracha. 
Por las veces que nos peleamos y el largo silencio que hubo entre nosotros.

Por todo el sol que te dio en la cara, que ahora alimenta al árbol del jardín botánico donde volcaron las cenicitas de tu cuerpo, ¿te cuento un secreto gracioso? Es el árbol de las pijitas. 
Ese día jugó Peñarol, igual que el día que te moriste.

¿Sabés qué? Tengo miedo, miedo de que la gente te olvide. Todos los días me pregunto ¿cómo la gente puede andar tan tranquila en un mundo sin Camilo? ¿Cómo pueden considerar que sus vidas están completas? Porque son unos palurdos, por eso  -me respondo como si fueras vos.-

Sé que para vos esto no es nada más que una broma oscura sobre la vida y su significado, para sacarnos a tus amigos de la cápsula de absurdo en la que estamos metidos. Un último chiste de ultratumba. Pero tengo que decírtelo, porque sos mi amigo, es la primera vez que una de tus bromas no me causa gracia.


(La foto que usabas de perfil cuando te conocí)