lunes, 22 de enero de 2018

Sueños I

Un cachorro se caía del techo,
era mi favorito.

Mi abuela no era vieja, y siempre sabía qué decir.
Ella lo cura con sus manos rosadas, lo acuna, sus dedos son frazadas.

El cachorro se dormía y con mucho miedo intentaba escucharlo respirar, un aliento ensangrentado e inquieto.

La madre lo busca, otro cachorros quieren comer pero le muerden las tetas.
Yo la ordeño. Las pobres mamas turgentes y afiebradas rezuman un jugo amarillento que se va poniendo negro y me preocupa que ella se muera.

Tomo al cachorro en mis manos, mis dedos son torpes y él es un caballo pequeñito. Lo aplasto sin querer, rompo sus diminutas partecitas que amo. Yo quiero cuidarlo pero lo destruyo, se esparcen sus restos como plastilina y se reconstruyen y en mi amor desesperado los vuelvo a malograr.
Renuncio, lo dejo en el suelo, desolada,
con un minúsculo rescoldo de vida que veo disiparse lentamente.
 
                     

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